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Estadios en EU y Brasil, un lugar de migrantes y de gentrificación

COPA AMÉRICA Y COPA ORO EN SU PROPIA REALIDAD
Los torneos de la Concacaf y Conmebol se desarrollan en países de crisis sociales. El Economista charló con especialistas sobre cómo el futbol refleja las contradicciones del contexto nacional. En Estados Unidos se impone el orgullo por la identidad al deporte, y en Brasil los fans que asisten son de poder adquisitivo.

La asistencia a los partidos de la Selección Mexicana en la Copa Oro 2019 triplican el promedio de aficionados que asisten a los encuentros de la Selección de Estados Unidos. México disputa sus juegos en estadios con un rango de aforo de entre 63,000 y 92,000 aficionados, y el porcentaje de asistencia a dichos inmuebles supera 70% de su capacidad.
En Estados Unidos hay al menos 57 millones de latinos, de los cuales 63% son de origen mexicano, es decir, unos 36 millones. En medio de una crisis migratoria donde las detenciones de migrantes que buscan llegar al país norteamericano llegaron hasta el mes pasado a 360,000 personas, según datos del Instituto Nacional de Migración, en los estadios de la Copa Oro todavía no se identifican expresiones de solidaridad, apoyo o denuncia en el contexto migratorio.
Es como si los estadios de futbol de las ciudades estadounidenses fueran recintos donde convergen mexicanos, salvadoreños, nicaragüenses, haitianos, entre otros.
“Las condiciones geográficas, regionales e históricas tienen un impacto en la manera en que experimentan y viven el futbol organizado”, señaló Sergio Varela, sociólogo por la Facultad de Ciencias Sociales de la UNAM.
Tanto la Copa Oro como la Copa América se desarrollan en contextos de inconformidad social, de crisis económica o de migración, pero con poca visibilidad en los torneos. En parte, porque las instituciones que rigen el futbol, ya sea FIFA, Conmebol o Concacaf suprimen en sus reglamentos las expresiones de carácter político, religioso o social.
También porque, a decir de Edison Gastaldo, antropólogo brasileño, y Sergio Varela, en los últimos años el futbol pasa por una etapa de gentrificación donde se excluyó a los sectores populares de la población al incrementar los precios de las entradas a los partidos, al modificar la infraestructura y diseño de los estadios, que eliminaron las zonas populares y las áreas de pie, además de que el proceso para adquirir boletos y el consumo dentro de los estadios se modificó para la población que tiene acceso a servicios financieros y de consumo.
“Las federaciones que rigen y organizan el futbol mundial están vinculadas estrechamente al sector económico, al mercado. Con ese matiz empresarial, buscan reducir cualquier tipo de expresión distinta a los intereses del dinero, que son los que los rigen. No sólo limitan las expresiones sociales, también temas de diversidad sexual. Hay una serie de intereses que no sólo son mercantiles, tienen que ver con un orden preestablecido, como lo masculino, lo mercantil”, afirmó Sergio Varela.
Por ejemplo, la Copa América registra un promedio de asistencia de 30,000 aficionados por encuentro en los partidos, pero debido a la capacidad de los estadios, lucen muchas butacas vacías. Son esqueletos de multitudes.
Hasta un día antes de la inauguración de la Copa América 2019, el Comité Organizador informó que 65% de los boletos se había vendido, que significaba 5% por debajo de las proyecciones. Además, la variable de la reventa ilegal aumentaba la posibilidad de que los estadios lucieran vacíos.
“Los boletos son muy caros y la gente a la que le gusta el futbol no puede asistir. El público que asiste a la Copa América no es el público que frecuenta cotidianamente a los estadios, es gente que no sabe apoyar a su equipo, que no se sabe las canciones y que no sabe qué hacer en el estadio. Prefiere hacer selfies y dar la espalda al campo.
Hablamos de un proceso de gentrificación del futbol brasileño desde el Mundial 2014. Los nuevos estadios cambiaron el modelo arquitectónico”, señaló Edison Gastaldo.
Debido a la prohibición de manifestación de los organismos del futbol, en el Mundial de Brasil 2014 y los Juegos Olímpicos de Río 2016 las manifestaciones tuvieron como escenario las calles. El gasto excesivo en la organización y los actos de corrupción fueron los mensajes de las protestas.
El investigador brasileño indicó que toda manifestación de los aficionados en los estadios es un acto político, como el abucheo que recibió el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y que los medios omitieron, en la transmisión de la semifinal entre Brasil y Argentina, .
“La opinión de la gente es que la Copa América está muy aburrida, porque hay muchos partidos con empates a cero goles. Otros son anulados por el VAR. La Copa América no tiene la importancia que los medios quisieran. A los aficionados les importa más la Copa del mundo”, expresó Edison Gastaldo.
En tanto, los aficionados mexicanos en Estados Unidos siguen llenando los estadios de la Copa Oro, incluso en un contexto de crisis migratoria, que Sergio Varela identifica como un auténtico gusto por el deporte, “así como una expresión nacionalista. En Estados Unidos, los mexicanos van a los partidos porque se sienten identificados con el futbol no americano, porque es una forma de resistencia, una expresión identitaria, el decir que no pertenecen al circuito de la sociedad americana plenamente”.
“Al mismo tiempo, son un mercado comercial muy importante”,dijo el sociólogo. El balón sigue su curso, a pesar el contexto social y político de las sedes.
Fuente: Redacción El Economista