Nacional

México y EE UU se estrellan con el nuevo muro aprobado por Biden

El anuncio de 32 nuevos kilómetros de cerco irrumpe en la visita de Blinken y Mayorkas al país, y aumenta la presión para el presidente estadounidense ante las elecciones de 2024

Las delegaciones de México y Estados Unidos entraron sonrientes al salón Tesorería del Palacio Nacional, la sede del Gobierno mexicano, y se disculparon por la demora. Después de un almuerzo que se extendió casi una hora y media más de lo previsto, seis altos funcionarios de ambos países se acercaron al templete, donde todo estaba listo para cerrar dos arduas jornadas de trabajo y presentar los últimos avances en Seguridad de la agenda bilateral con una conferencia de prensa conjunta. Hablaron de una estrategia más agresiva contra los precursores químicos del fentanilo, de agilizar las extradiciones de capos criminales, de aumentar el intercambio de información para detener el tráfico de armas y de acciones más decididas contra las redes de trata de personas. Pero cuando llegó la sesión de preguntas y respuestas, el tema del que todo mundo quería hablar era el nuevo muro fronterizo autorizado, justo unas horas antes y en un giro inesperado, por el Gobierno de Joe Biden. La ampliación de 32 kilómetros del cerco al sur de Texas dejó en segundo plano los acuerdos y obligó a los secretarios Antony Blinken y Alejandro Mayorkas a dar explicaciones: uno al presidente Andrés Manuel López Obrador y el otro, a los medios de comunicación.

“En el Gobierno de México estamos absolutamente renuentes y en contra de que haya muros”, afirmó la canciller Alicia Bárcena, que echó mano de su vasta experiencia diplomática para refrendar el rechazo de su Gobierno a la medida sin romper con el aire de cordialidad que imperó durante la visita de Blinken, su homólogo estadounidense. La secretaria de Relaciones Exteriores reconoció el diálogo que ha habido con la Casa Blanca para encarar la crisis migratoria y formar un frente común contra los discursos de mano dura. “Edificamos puentes y no muros, rechazamos boyas y alambrados, y ratificamos nuestra cooperación”, comentó con elegancia. “Lamentablemente, coincide ese anuncio con la visita de ellos”, dejó escapar.

Mayorkas anticipó la polémica que provocó la decisión de dar luz verde al muro y publicó un mensaje media hora antes de que comenzara la conferencia para aclarar lo que había sucedido. “Esta Administración ha dejado claro desde el día uno que los muros fronterizos no son la respuesta”, dijo el secretario, en paráfrasis de lo que había escrito instantes antes. Horas antes, Biden hizo lo propio ante los reporteros en la Casa Blanca. El presidente estadounidense, que prometió en campaña que no iba a ampliar el cerco fronterizo, dijo que esos recursos se destinaron durante la Administración de Donald Trump al muro y que no pudo convencer al Congreso de reasignarlo a otros fines. “No teníamos opción”, dijo Mayorkas, apelando a la misma frase que utilizó su jefe.

Un día después, López Obrador dio un recuento más detallado de su encuentro a puerta cerrada con Blinken y dio crédito a las explicaciones que ofreció la Casa Blanca. En un intento por no abonar a la polémica y no echar combustible a la retórica antimexicana en EE UU, el presidente mexicano restó importancia al anuncio, dijo que había sido “sacado de contexto” y confió en que la construcción del nuevo segmento del cerco no iba a concretarse. El embajador estadounidense en México, Ken Salazar, tomó una posición similar. “Vivimos en unos tiempos de cooperación histórica entre México y Estados Unidos”, dijo en una conferencia de prensa el viernes. “No nos vamos a distraer por un pedacito [de muro]”, agregó, al ser cuestionado en repetidas ocasiones sobre el tema.

Roberto Zepeda, académico del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, considera que el anuncio de la obra supone un mensaje entre líneas desde Washington para el Gobierno de López Obrador. “Biden ha sido muy cuestionado por cómo ha llevado la relación con México y probablemente, esta sea una forma de decir a México ‘necesitamos mayor cooperación, necesitamos que hagan más”, señala Zepeda. “Dicen que en política no hay coincidencias”, agrega, “se deslindan y cuidan mucho las formas, pero al final lo que cuentan son las acciones y no tanto lo que se dice”.

El miércoles, cuando se dio a conocer la extensión del muro, el mensaje de Mayorkas fue en otra dirección. “Existe actualmente una aguda e inmediata necesidad de construir barreras físicas y caminos en la vecindad de la frontera de EE UU para prevenir entradas ilegales”, señaló el secretario, al justificar que se dejara sin efecto más de una veintena de leyes que se interponían con la construcción de la obra. Andrew Selee, presidente del Migration Policy Institute, apunta que Mayorkas, en la mira en tiempos en que las detenciones de inmigrantes rondan cifras récord, buscaba “mandar una señal de control fronterizo y de que la frontera no está abierta”.

“Hablar de 32 kilómetros de muro en una frontera de más de 3.000 kilómetros no es gran cosa, aunque el timing es interesante”, comenta Selee. El especialista subraya que el anuncio del muro coincidió también con el informe de que Estados Unidos reanudará las deportaciones masivas de venezolanos, otra señal de control más férreo en la frontera. “El tema es espinoso para Biden porque ayuda al mensaje de que se está controlando la migración y ayuda con el votante medio de EE UU, pero enoja a varios sectores del Partido Demócrata”, afirma.

El anuncio no sólo fue una sorpresa durante la visita de miembros del Gabinete de Biden a México, también abrió frentes internos contra el presidente. “¿Se disculpará Biden conmigo y con Estados Unidos por tardarse tanto en moverse y permitir que 15 millones de inmigrantes ilegales inunden nuestro país?”, dijo Trump, el favorito para repetir como candidato presidencial de los republicanos. El congresista demócrata Henry Cuéllar dijo, en cambio, que el muro era “una solución del siglo 14″ y varios legisladores hispanos y progresistas manifestaron su “decepción” ante la decisión del Ejecutivo. “No deja a nadie contento, ni a los radicales ni a los moderados”, reseña Zepeda.

Sin embargo, los llamados a tomar un enfoque más asertivo hacia la crisis migratoria vinieron de ambos partidos. “Biden está siendo presionado tanto por los republicanos como por los demócratas”, señala Selee. “Es una decisión en la que incide también su baja popularidad en las encuestas”, dice sobre la derivada política ante las elecciones de 2024 y el peso simbólico que tiene la medida. “Se percibe a un presidente Biden muy debilitado y presionado por los republicanos, y en ese contexto se entiende el endurecimiento de su política”, coincide Zepeda. Un botón de muestra es que se tocó el tema migratorio por primera vez en un encuentro del Diálogo de Alto Nivel en Seguridad entre ambos países o el envío de 800 militares a reforzar la frontera hace un par de semanas.

“México también juega en la política de Estados Unidos y por eso se cuidó tanto esta visita en el ámbito diplomático”, comenta el investigador. Las elecciones del próximo año anticipan que los discursos de mano dura mantendrán su protagonismo, así como los reproches a la política de seguridad de López Obrador, estrategias de desgaste contra Biden. La migración y la crisis del fentanilo ―dos temas cruciales con vistas a los comicios― pasan de forma inevitable por territorio mexicano y pondrán a prueba constantemente los canales diplomáticos y su eficacia en los próximos meses. En ese escenario, la apuesta de ambos Gobiernos sigue siendo defender la “buena salud” de la relación bilateral, pese a todo. “Vivimos una alianza sin precedentes, pero también con retos sin precedentes”, resumió Blinken durante su visita a Ciudad de México.

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Cultural

Los ataques de la Alemania nazi que llevaron a México a entrar en la Segunda Guerra Mundial hace 80 años (y el momento transformador que generó para el país)Pero el suceso a la postre también representaría un parteaguas de una época transformadora para la sociedad y economía mexicana. “Si algo cambió la cara de México en el siglo XX, fue la entrada a la Segunda Guerra Mundial”, le dice a BBC Mundo el historiador César Valdez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Y es que el hundimiento del Potrero del Llano -y otro buque más, el Faja de Oro, siete días después- llevaron al México de la preguerra, con un desarrollo lento, a industrializarse y sentar las bases de lo que hoy es un vigoroso intercambio económico con Estados Unidos. Una potencia con la que comparte frontera y que hasta ese entonces despertaba un gran sentimiento de antagonismo entre los mexicanos de la época. Los hundimientos México, al igual que muchos países de América Latina, se habían mantenido al margen de la Segunda Guerra Mundial desde que estalló el conflicto en septiembre de 1939. La postura entre los países de América Latina era de no intervención, aunque muchos gobiernos -entre ellos el mexicano- sí condenaron las invasiones de la Alemania nazi.La Alemania nazi de Adolf Hitler no mostró un plan claro para incluir a México en su bando, pero hubo algunos intentos de inteligencia. Pero el ataque de Japón a la base estadounidense de Pearl Harbor, en diciembre de 1941, cambió las cosas. Estados Unidos entró en la guerra y los países del continente comenzaron a enfrentar presiones para definirse. México, siendo el país a las puertas del territorio estadounidense, estaba en una posición compleja. “Estados Unidos hace un montón de informes de inteligencia y se los manda a México. Había nombres de empresarios, de políticos, de descendientes de alemanes”, señala Valdez. En esas circunstancias se dio el hundimiento de los buques petroleros mexicanos por parte de submarinos alemanes que ya tenían presencia en aguas cercanas a los países de América. El Faja de Oro sufrió una suerte similar al Potrero del Llano: el 20 de mayo, un submarino alemán U-106 hundió al barco en el estrecho de Florida y murieron 9 de los 37 tripulantes. “El hundimiento de los barcos mexicanos no es un caso aislado”, le explica a BBC Mundo el historiador Veremundo Carrillo-Reveles, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM). “Hay toda una estrategia por parte del ejército alemán por tratar de cortar todos los suministros que se están enviando, de petróleo y de otros productos básicos, hacia Inglaterra”, añade.Barcos de Argentina, Brasil, Cuba, Colombia y Venezuela también fueron hundidos en el Atlántico. La declaración de guerra Ante la nula respuesta alemana a la exigencia de compensación por parte de México, el gobierno de Manuel Ávila Camacho pidió al Congreso una declaración de guerra. “Se declara que, a partir del día 22 de mayo de 1942, existe un estado de guerra entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón”, establecía el documento. “El 13 de mayo el ataque vino. No decidido y franco, sino desleal, embozado y cobarde, asestado entre las tinieblas y con la confianza absoluta en la impunidad. Una semana más tarde se repitió el atentado frente a esta reiterada agresión, que vulnera todas las normas del derecho de gentes y que implica un ultraje sangriento para nuestra patria”, le dijo el presidente Ávila Camacho a la nación.En los hechos, el país no esperaba ni tenía capacidad de enviar una fuerza militar al frentede batalla en Europa, Asia o los océanos, pues el ejército mexicano en realidad era muy limitado. Había unos 50.000 efectivos que no conformaban brigadas ni divisiones, y la aviación contaba con solo 25 aviones, por lo que no había posibilidades de abrir una ofensiva. La defensa del país era igual de limitada. “El país no tenía fuerza antiaérea para repeler cualquier ataque del Pacífico”, señala Valdez, pues la principal preocupación del momento era la llegada de Japón a las costas mexicanas. Si bien para EE.UU. era bueno contar con México entre los aliados, la endeble posición militar del país se convirtió en una situación de cuidado.La declaracón de estado de guerra de México se conserva en el Archivo General de la Nación de México. “Para Estados Unidos esto es terrible, porque desconfían plenamente del gobierno mexicano y de su ejército. Entonces lo primero que comienzan a hacer es a sugerirle a México que transforme determinados rasgos de sus fuerzas armadas”, explica Valdez. A través de la Ley de Préstamos y Arrendamientos, EE.UU. empezó a ofrecer recursos económicos, provisiones militares y asistencia técnica para reforzar la posición de México. “México modifica totalmente su sistema de defensa, creando tres comandos: Pacífico, Golfo e Istmo. Teníamos cubierta la posible invasión japonesa por el Pacífico, resguardando el petróleo en el golfo de México, y el Istmo por la posible entrada por Centroamérica”, explica Valdez. Una lanzadera de desarrollo Además del mejoramiento militar, México vivió a partir de la entrada en la guerra un momento único de desarrollo económico que transformaría la realidad del país en poco tiempo. Y es que el país entró en una época de industrialización que en los esfuerzos de guerra era muy necesaria para proveer a Estados Unidos y los aliados de recursos. “Fue un momento crucial para la historia del siglo XX mexicano, porque se acelera tu industrialización por las necesidades de la guerra”, explica Carrillo-Reveles.El presidente Manuel Ávila Camacho encontró una punto de apoyo importante para negociar con EE.UU. al ser México un país estratégico en la región. “Entran muchísimas divisas que ayudan a que el país tenga un despegue”, añade. Además, comenzó el programa “Braceros” que permitió a decenas de miles de mexicanos trabajar legalmente en Estados Unidos, lo que dio pie a la primera gran migración a ese país. “Se van a trabajar no solo en los campos agrícolas, sino también en los ferrocarriles, en la industria”. Estados Unidos no podía permitirse que el país vecino cayera en el bando contrario, por lo que le dedicó buena parte de su atención. “Probablemente hubo cierta dosis de presión norteamericana para entrar [en la guerra]. Pero lo que no deja de llamar la atención es cómo estos políticos mexicanos aprovechan ese contexto para lanzar económicamente a México, que va a irse consolidando en los siguientes años”, señala Valdez. En los siguientes 20 años, México vivió un crecimiento económico notable que llegó a llamarse el “milagro mexicano”.Estados Unidos dio la bienvenida a miles de trabajadores mexicanos durante la Segunda Guerra Mundial. Antes de la guerra, “a México lo siguen viendo en el contexto internacional como un país de sombreros y pistolas”, dice Valdez. La vieja enemistad Más allá de los acuerdos políticos, entrar en la guerra no era algo popular para el pueblo mexicano. Una encuesta, de las primeras que hubo en el país, explica Carrillo-Reveles, mostraba que cerca del 70% de los mexicanos no apoyaba el que México participara en la Segunda Guerra Mundial. Y acompañar a Estados Unidos en un esfuerzo bélico era igual de impopular. En la década de 1930 se cumplió un siglo de la anexión de Texas por parte de EE.UU. y estaba por llegar el centenario de la guerra con Estados Unidos en la que México perdió la mitad de su territorio (1848). “Había un sentimiento histórico antiestadounidense muy fuerte, y también antibritánico, porque hay que recordar que después de la expropiación petrolera de 1938, Inglaterra rompe relaciones con México”, señala Carrillo-Reveles.Además, el gobierno mexicano enfrentaba inestabilidad política, tanto por los grupos opositores de los sectores de la izquierda, incluidos los comunistas, como de los derechistas, con grupos alineados a la ideología fascista. La guerra, sin embargo, fue aprovechada por el gobierno para cerrar flancos: “Surge la oportunidad de transformar el discurso de enfrentamiento político que provoca el cardenismo [del gobierno de Lázaro Cárdenas, 1934-1940] en una política de unidad nacional para los mexicanos”, indica Carrillo-Reveles. Y hubo una muy intensa campaña de propaganda gubernamental -apoyada desde EE.UU., advierte Valdez- para convencer a los mexicanos de las razones de estar con los aliados. “No hay secretaría de Estado mexicana que no haya impreso un cartel donde la bandera mexicana y la norteamericana aparezcan juntas. Pero no necesariamente creo que se haya diluido ese sentimiento en contra de Estados Unidos”, explica el historiador. El Escuadrón 201 en batalla Pese a las limitadas posibilidades de México, el gobierno envió un contingente fuera de su territorio: el Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Mexicana. Acompañó a la 5ª Fuerza Aérea de EE.UU. en su campaña contra el imperio japonés en Filipinas.El expresidente Lázaro Cárdenas, una figura fuerte del nacionalismo, sirvió para que el gobierno tuviera respaldo popular a la guerra. A pesar de la desconfianza de la contraparte estadounidense, los pilotos mexicanos ejecutaron ataques en picada peligrosos en julio de 1945 en los alrededores de Manila. Su participación se dio a solo unas semanas de que se produjeran los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki que pusieron fin al conflicto en Asia. “Fue una contribución mexicana en la medida de sus posibilidades”, explica Valdez. “Ellos entraron en acción de guerra, iban a combatir a los japoneses, tuvieron entusiasmo, tuvieron miedo, Estuvieron en guerra porque México estaba en guerra”, dice el historiador ante la concepción que se creó años después de que la participación mexicana fue simbólica. Aquellos pilotos mexicanos no tenían idea de que estaba por terminar la guerra del Pacífico con una operación altamente secreta para lanzar bombas atómicas.México participó en la campaña que encabezaba Estados Unidos en el Pacífico, en países como Filipinas. Pero más allá de lo que hizo el Escuadrón 201, Carrillo-Reveles destaca cómo México tuvo una contribución importante en la victoria de los aliados a través de todo el apoyo de fuerza laboral e industrial a Estados Unidos. “Contribuyen de manera muy importante a que la economía de Estados Unidos no pare y que pueda mantener incluso a flote a una Europa que está colapsada completamente”, señala. Por mucho tiempo circularon versiones sin sustento, señalan los historiadores, de que Estados Unidos fue el que hundió al Potrero del Llano y el Faja de Oro. “Hoy no hay absolutamente ninguna evidencia de que haya sido Estados Unidos”, apunta Valdez. En cambio, el tiempo mostraría que la guerra fue un momento transformador para México: “Y si se piensa, todo esto es producido por el hundimiento de un barco”.